Recogíamos las botellas de cristal y de plástico que tiraban a lo largo de la vía del tren que aún cruzaba por lo que es hoy el Paseo de Colón y las llevábamos hasta aquél pequeño local que había en la entrada de la calle, junto al taller de coches de Epifanio que hacía esquina con la Rúa Nova de Arriba, para ganarnos unas pesetas con los envases que de aquellá pagaban por devolverlas. Era un negocio familiar la tienda de Marisa que la llevaba junto a su marido Aquilino y por aquél entonces sus hijos pequeños, Elena, que aún sigue viviendo por el barrio y Jose que está trabajando por Salou. Era un local pequeño, con un techo muy bajo y todos los productos en estanterías algo desordenadas y donde se apilaban las cajas de la fruta unas encima de otras y que apenas dejaba sitio para los clientes, dos personas eran multitud en la tienda y hasta allí me acercaba para los recados de "última hora" de mi abuela y también de mi vecina Lola. Eran los tiempos de las cosas a granel, donde casi todo se compraba al peso. Recuerdo aquellos cuartos de litro de leche con envases en forma de triángulo que comprábamos y bebíamos alli mismo como si se tratasen de refrescos o de comprar yogures, cuando no se consumían como hoy, y que por aquél entonces estaban a siete pesetas, el de chocolate a ocho. También recuerdo aquellas interminables sumas que hacía Aquilino a lapiz sobre el papel de estraza y que luego anotaba en la "libreta del barrio". El negocio familiar de Marisa y Aquilino que montaron en lo que de aquella era un Paseo de Colón de tierra a finales de los sesenta, cerró en 1992 y era junto a la tienda de Paca en la Plaza de Toros donde solía comprar cuando era niño.
Marisa con "dos clientes" en el local donde apenas cabía gente en 1992. |
No hay comentarios:
Publicar un comentario