El Ayuntamiento, en la Plaza de España, engalanado para las Fiestas en una imagen de agosto de 1970. |
Imagen de la Plaza de España en 1970, dos años hacía que mi familia tenía una tienda en el portal del número uno y que atendían mi tía Marisa y mi madre, discurría 1969 y el bajo había costado 50 mil pesetas (300 euros de los de ahora). Un servidor contaba con ocho años de edad y en esa misma época nos trasladanos a vivir a la calle Monteleón en pleno barrio histórico de "La Moureira de Arriba", atrás dejábamos el empedrado histórico de la calle San Sebastián y a todos los amigos que formaron parte de mi niñez en la Plaza de la Verdura.
El colegio, ahora, me quedaba un poco "lejos", había que desplazarse hasta la Academia Cervantes en la Plaza Méndez Núñez donde todos los días de lunes a jueves cursaba la tan "famosa", hoy en día, EGB. Toda mi etapa escolar, excepto un año que estuve en la Aneja, transcurrió en el colegio de Don Manuel Abalo. La rutina colegial daba paso los fines de semana al ocio donde nos pasábamos todos los sábados hasta que anochecía jugando al fútbol en el campo del Vergel o en la Alameda. Los domingos, día de "paga" las sesiones infantiles del Malvar eran de obligado cumplimiento cuando el Pontevedra CF. no jugaba en casa, por las mañanas primero cumplir con el clero y después acercarse hasta el campo de La Panificadora y después al nuevo pabellón para ver al Teucro. La televisión apenas se veía, en mi casa entraba la señal en blanco y negro a través de un Askar, entre semana después del "cole" ─había clases por la tarde─ nos daban La Casa del Reloj y poco más, el sábado la "peli" de la tarde y la noche y el domingo, como no, La Casa de la Pradera y el partido televisado de las siete que no podía faltar.
El negocio familiar en la Plaza de España tenía de vecinos a Callón, el barbero, que luego daría paso a la tienda de fotografías de Olimpio, al Estanco de Serafina y la Farmacia de Lorente. El bajo donde tenía la tienda mi tía tenía una entrada que daba paso a la Cafetería Lar famoso por sus tertulias políticas donde al final del día si sobraban empanadillas, Carmiña la "pinche" del bar nos las regalaba.
Ya en Michelena la librería de Pondal donde solía comprar el material escolar. La peluquería de los Moreira, bisabuelo, abuelo, padre y ahora hijo y que en el 2016 se convirtió en centenaria, a su lado el negocio con un local muy pequeñito donde estaba la mercería de Nina Montes (hoy local de vending) y vecino de ésta el famoso bar La Renfe que tomaba su nombre por el despacho de billetes que tenía en el local siguiente y que después sería Viajes Linemar y ya enfrente del Principal el Colegio de Canducha (hoy Casa das Campás) y donde estudiaban los Sanmartín que vivían en la Rúa Nova de Abaixo y formaban parte de la rapazada del barrio.
No quiero dejar atrás ya que forman parte de mis recuerdos un comercio que solía frecuentar cuando era niño y ya estaba metido en esto del fútbol como era el local de "Almón" y por recomendación de Monchiño el zapatero del Pontevedra solía comprar los recambios para los tacos de aluminio de mis botas de fútbol "Marco" compradas en Chacón. Para finalizar y enfrente de la imprenta de Portela saborear aquéllos exquisitos manjares en forma de helado que nos servían los Ojea en la heladería más famosa de Pontevedra, La Ibense.
Los yogures y los platanos se mezclaban con los chupas y gominolas. En le imagen mi tía Marisa y mi madre, detrás Carmiña la ayudante de cocina de la Cafetería Lar. |
Arriba la farmacia hace unos años, sobre estas líneas, "cuestación" para la Cruz Roja delante de la fachada de Lorente en plena guerra civil española. |
La Librería de Pondal. |
No quiero dejar atrás ya que forman parte de mis recuerdos un comercio que solía frecuentar cuando era niño y ya estaba metido en esto del fútbol como era el local de "Almón" y por recomendación de Monchiño el zapatero del Pontevedra solía comprar los recambios para los tacos de aluminio de mis botas de fútbol "Marco" compradas en Chacón. Para finalizar y enfrente de la imprenta de Portela saborear aquéllos exquisitos manjares en forma de helado que nos servían los Ojea en la heladería más famosa de Pontevedra, La Ibense.